El autismo es un espectro de trastornos caracterizados por graves déficit del desarrollo, permanente y profundo. Afecta la socialización, la comunicación,
la imaginación, la planificación y la reciprocidad emocional, y
evidencia conductas repetitivas o inusuales. Los síntomas, en general,
son la incapacidad de interacción social, el aislamiento y las
estereotipias (movimientos incontrolados de alguna extremidad,
generalmente las manos). Con el tiempo, la frecuencia de estos
trastornos aumenta (las actuales tasas de incidencia son de alrededor 60
casos por cada 10.000 niños); debido a este aumento, la vigilancia y
evaluación de estrategias para la identificación temprana, podría
permitir un tratamiento precoz y una mejora de los resultados.
A pesar de la observación científica del autismo, que se realiza
desde hace varias décadas en busca de las causas que lo originan, éstas
aún no se han podido determinar de modo concluyente, pues existen
diferentes teorías que buscan darle explicación, distinguiéndose entre
ellas por la posición que ostentan sobre la naturaleza de el origen de
este trastorno, atribuiyendolo cada una a causas de distinta índole;
existen posturas “ambientalistas” que subrayan que son los agentes de
tipo psico-social, los que originan la afectación del desarrollo
infantil y son por tanto, la causa principal del padecimiento. Por otro
lado, existen también perspectivas “biologicistas”, entre las que, por
un lado se sostiene que el autismo podría ser un trastorno funcional no
orgánico, al existir en algunos casos signos de lesiones y anomalías
cerebrales en los pacientes que lo padecen, por otro lado también se
sugiere que el autismo tiene su origen en lo genético y por lo tanto es
un padecimiento prenatal, en ambas teorías "biologicistas", se afirma
que son las fallas resultantes en los procesos bioquímicos internos del
individuo, las que afectan su desarrollo al regularlo de un modo
inadecuado.
No obstante, podemos optar por una visión holística de la situación
al reconocer que puede existir más de una causa, y analizar las
distintas teorías, llegando a lograr una integración de ellas y
abordando al sujeto autista, como un ser biopsicosocial. La autora Susan
Reid, afirma que al adoptar posiciones, nuestras teorías se vuelven
incompletas, y reconoce que hay más de una causa del autismo: “es
probable que haya, en la mayoría de los casos, una predisposición
genética del lactante que en algunos niños es activada por las
condiciones ambientales”.1
Es este tipo de planteamiento integral el que arroja una visión
global de las causas del autismo, permitiéndonos sostener que su origen
obedece a una anomalía en las conexiones neuronales que es atribuible,
con frecuencia, a mutaciones genéticas.2
Sin embargo, este componente genético no siempre está presente, ya que
se ha observado que los trastornos que sufre una persona autista pueden
tener un componente multifactorial, dado que se ha descrito la
implicación de varios factores de riesgo que actúan juntos. Los genes
que afectan la maduración sináptica están implicados en el desarrollo de
estos trastornos, lo que da lugar a teorías neurobiológicas que
determinan que el origen del autismo se centra en la conectividad y en
los efectos neuronales fruto de la expresión génica. Hay varios
tratamientos pero no todos ellos se han estudiado adecuadamente. Las
mejoras en las estrategias para la identificación temprana de la
enfermedad que utilizan tanto las características fenotípicas como los
marcadores biológicos (por ejemplo, cambios, electrofisiológicas) podrán
mejorar la efectividad de los tratamientos actuales.3
El bebé autista puede pasar desapercibido hasta el cuarto mes de
vida; a partir de ahí, la evolución lingüística queda estancada, no hay
reciprocidad con el interlocutor, ni aparecen las primeras conductas de
comunicación intencionadas (miradas, echar los brazos, señalar...).
miércoles, 23 de enero de 2013
los autistasEl autismo es un espectro de trastornos caracterizados por graves déficit del desarrollo, permanente y profundo. Afecta la socialización, la comunicación, la imaginación, la planificación y la reciprocidad emocional, y evidencia conductas repetitivas o inusuales. Los síntomas, en general, son la incapacidad de interacción social, el aislamiento y las estereotipias (movimientos incontrolados de alguna extremidad, generalmente las manos). Con el tiempo, la frecuencia de estos trastornos aumenta (las actuales tasas de incidencia son de alrededor 60 casos por cada 10.000 niños); debido a este aumento, la vigilancia y evaluación de estrategias para la identificación temprana, podría permitir un tratamiento precoz y una mejora de los resultados. A pesar de la observación científica del autismo, que se realiza desde hace varias décadas en busca de las causas que lo originan, éstas aún no se han podido determinar de modo concluyente, pues existen diferentes teorías que buscan darle explicación, distinguiéndose entre ellas por la posición que ostentan sobre la naturaleza de el origen de este trastorno, atribuiyendolo cada una a causas de distinta índole; existen posturas “ambientalistas” que subrayan que son los agentes de tipo psico-social, los que originan la afectación del desarrollo infantil y son por tanto, la causa principal del padecimiento. Por otro lado, existen también perspectivas “biologicistas”, entre las que, por un lado se sostiene que el autismo podría ser un trastorno funcional no orgánico, al existir en algunos casos signos de lesiones y anomalías cerebrales en los pacientes que lo padecen, por otro.
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